Ponemos agua muy caliente en un recipiente, echamos unas gotas de aceite de almendras y unas gotas de aceite del árbol del té.
Añadimos también un puñado de sal marina para que favorezca la relajación.
Introducimos los pies en el recipiente y con la sal marina hacemos una pequeña exfoliación insistiendo en las zonas más castigadas.
Después del baño, secamos los pies y los nutrimos e hidratamos con un suave masaje con manteca de Karité.